Dime tus palabras en árabe, en ave o tropiezo. Dime tus palabras en algún idioma o en cualquiera: todos son imprecisos e incompletos. Al fin, todo lo que se dice se traduce. Dijiste beso: y yo pensé la sed y el agua.
Se sentó sobre mí durante la silla, Durante el sueño humano de la silla Ella se sentó en la palabra, En lo que no hay se sentó, Dándole de madera a la hora Su conjugación de ave: Con definitiva alusión A lo que comienza por lo que recién termina.
No reflexiones más, ya no es hora, escribe escribe, pon de nuevo el dedo en la cámara cargada de película blanco y negro y escribe rápido. Diles que viste cómo ese cuervo se veía en medio de la mañana más gris de la primavera, con la lluvia tan fría en el propósito de la piel, pues la mentira más grande es que en la primavera, sólo hay sol y flores. Diles que tu manía por la reconstrucción, te llevó a ver al cuervo haciendo juegos con la perspectiva, y entonces era su pico del mismo tamaño de la torre de la Münster, église monsieur -yo no hablo alemán- ¡qué se le va a hacer! Pero no es necesario el idioma para la observación de la belleza...
Así me siento, persiguiendo a este conejo que parece no pertenecerle a la soledad, y que indiscutiblemente es una invención de un tono sétima menor, que va resolviendo al fin, mi afán de perseguir animales: El animal inquieto que este mes de Octubre, a través de mis sonidos no premeditados, va jugando a ser, y que tengo que alcanzar mientras digo “Mi bemol”, para dorarlo con la tarde hermosa que me permite olvidarme de las teclas y acordarme del conejo.