7.7.12

La tos



Este es el primer día que escribo desde que empezó lo de la tos, no había querido contarte que tengo años de poner a escondidas, discos de Chopin en las tardes, esperando con paciencia que ocurriera lo que tuviera que ocurrir - la tarde es un recurso, la tarde es un tren que aplana la felicidad que queda amor, esperando si por fin, en su afán de paloma primeriza, las palabras surgieran como un despropósito.  Esta tarde amor, es el primer día que escribo una secuencia de símbolos que van quedando como huellas arbitrarias, se parece tanto al acto de nuestra vida en esta casa, plan plan plan plan, el tren, y sumado a lo de la tos, parece que nuestra casa pequeña sucumbe, hace meses que esperaba con una tasa de café frío, la envidia que media entre ese pianista de mis tardes y yo de niño, boquiabierto delante del padre de la criatura, esto es Chopin, esto es el romántico, el piano está desafinado, algún día lo vamos a restaurar, amor, no queda ahora nada de eso, queda la tos que escucho ahora mismo, queda un cuarto de paredes sucias, y pienso que si no se hubiera perdido el instrumento, si no hubiéramos dejado naufragar sus clavijas, la ternura de su madera vieja, todas las sonatas tocadas para enamorar a alguna, no hubiera comenzado la tos amor, y tal vez nunca hubiera insistido yo en lo de poner a Chopin a escondidas, el tren, la tos, un país como una aldea, las ganas de salir a la terraza y gritar ante la muerte que me cago en mí, vociferar alguna de mis frases, la comprensión de la materia despacha el asco,  vos me mirás desde tu tos con esa desilusión sinónimo de lo desteñido, no lo sabés, pero me acariciás con crueldad cada vez que digo esas cosas, sólo te falta darme una palmada en la espalda amor, pero los silencios que duran 48 horas, el abandono que es espera de nada, las papas pudriéndose en un utensilio de las cavernas, por qué la enfermedad me ha dejado sin días con sol, y en cambio me ha dejado la espera, la demora, la expectativa de que ocurra lo que tenga que ocurrir, y ahora me hundo en una reflexión sin retorno, recurro al deseo de pensar que las palabras son algo, y que finalmente, luego de todo lo que ha ocurrido, y en espera de lo que vendrá a pesar de nosotros, escribo por primera vez desde que comenzó lo de la tos, una mancha de sangre involuntaria, una cortada con flema, un niño boquiabierto delante de su hembra, como si viera a Nina Simone cantando en un pésimo francés, pero ¿qué importa amor? su voz es de las pocas cosas que manan calor en esta casa, donde aunque las ventanas están abiertas, parecen cerradas.  A veces cuando la lluvia se repetía en las tardes, esperaba noticias de alguna tragedia monumental, que mamá se ganara de una vez la lotería nacional; reflexiono estéril en las frases que escogeré ahora que escribo por primera vez, para contar lo que ha ocurrido desde que comenzó lo de la tos, y cómo, eso que es tan básico e imbécil como un tic en medio de toda esta aridez, era sólo la continuidad de un mal sueño.  Te hacía preguntas cajoneras, ¿has pensado si te gusta tirar piedras al río porque te gusta tirar piedras al río, o porque lo aprendiste viendo esas películas?  Y ahí está de nuevo esa mirada, la palmada lastimosa que no llega, pero que llega cuando pasan las horas y te encierras en un cuarto curtido, sin silencio ferroviario. Un salto salvaje hacia el futuro, viendo desquiciado hacia el pasado, cómo se me ocurrió proferir esa frase al desayuno amor, cuando el gato hacía su salto clásico al despedirse de nosotros, en su solemnidad, en su sola manera de irse cada día por un barrio de la oligarquía vieja, que también ha sido aplastada por el tren, por la voracidad a medias de un desarrollo flojo en una ciudad desordenada, bienvenidos al destierro de lo real parece decirnos el polvo que se acumula desde que comenzó lo de la tos,  yo paralizado en esta silla, sin salir aún de la estupefacción, el poder no es poder, el fraseo ingenuo de un animal que vuela, apologías contra los clásicos, sentados en la tristeza nos decíamos versos adolescentes como purga de lo que se avecinaba, mientras mis actos más sencillos, cometidos a escondidas, poner a Chopin, cantar en voz baja junto a Thom Yorke esa canción que me ha plagiado, la que habla de peces raros, de tus ojo y de gusanos y todo eso.  Ante la insensatez, ante lo árido en la esencia de ser y estar, al silencio como un capullo, del éxtasis de la razón, a la decadencia de sentirse incomprendido, porque el contexto me dice, imbécil, pobre, feo, ronco, enclenque, blando, y sin embargo estás conmigo, al menos por lo que tarde describiendo...