11.2.09
La Casa
24 grados es un día y el asombro es otro que fui. La mirada imagina un horizonte a través del concreto y al ver toda posibilidad de metáfora acabada pregunto, qué es lo que se gesta si observando aprieta el pecho, qué sentido tiene el curso de un río. En este relato no ocurre nada. La realidad es a penas un mapa para dar con otra cosa: por eso aunque no ocurra ahora nada, hay relato. El pasado sí hay, entonces en la labor que es la noche, en el refugio relajante de las drogas más variadas, la dislocación anatómica por la contención del deseo, lo único que ocurre: yo. La realidad son varias superposiciones de imágenes y esto tiene una similitud horrorosa con la especulación del lenguaje y de los nombres. Cuando uno dice noche, exagera. Cuando uno dice puerta o silla, miente. Por eso en el relato no hay certeza: supongo su cuerpo porque suena el agua y alguien tose en algún lugar de la casa.
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