26.7.06

El Amor y El Simbolo


(Click en la Imagen, ja ja)

No la primera vez que vi un mercado de antigüedades en Buenos Aires, (¿te acordás?, ahí por el barrio San Telmo que Sabina había bautizado para nosotros), encontré a un señor difícilmente amable escondido detrás de un puestito de libros, estampillas, muñecas horribles, acetatos de Sandro, monedas sin valor de países muertos y que otros muertos dan por vivos. Ese señor me guiña un ojo y descubro que es un tic, que su ojo sano me registra. El marco se completa con un hermoso baulcito que guarda algo que apenas se adivina entreabierto, montado sobre aquella primera edición de Rayuela, exorbitantemente cara, como si tuviera valor el papel roído y no las palabras de Cortázar. Lo que se adivina dentro del baúl, son unas cartas de amor escritas en algún dialecto sumamente perdido, no se sabe su raíz ni su procedencia, sólo se tiene registro indefectible de que se trata de unas cartas de amor. Importa poco el significado, seguramente porque lo que importa del símbolo es el símbolo. Sólo tuve dinero para comprar una de esas cartas, y comienzo a creer que es posible alguna estafa. Pero eso tampoco tiene importancia, pues un peso argentino no me duele para la comprensión del símbolo y para la recompensa de tu abrazo.

7.7.06

Inicio

Intuyo un discurso líquido allá afuera,
sospecho además
la insuficiencia
de los pasos
de aquella muchacha
sentenciada a muerte.

e. ch.

Cosecha

En mi vida no serás jamás cosecha.
Me sentaré en los quicios de las provincias
a admirar el camino,
la sequía o el bosque negro,
sabiendo que no serás jamás cosecha.
Y luego
mi provincia mayor me verá anciano,
hijo de la represa o retratado en la llanura,
creyendo que este animal que habita en la sangre,
habita también en la montaña.

Nenúfar, paisaje acuático, nubes, 1903

nenúfar
(Del ár. nayl_far, este del pelvi n_l_pal, y este del sánscr. n_lautpala, loto azul).
1. m. Planta acuática de la familia de las Ninfeáceas,
con rizoma largo, nudoso y feculento, hojas enteras,
casi redondas, de pecíolo central y tan largo que, saliendo del rizoma,
llega a la superficie del agua, donde flota la hoja;
flores blancas, terminales y solitarias, y fruto globoso, capsular,
con muchas semillas pequeñas,
elipsoidales y negruzcas.


Caminando, haciendo la ficción del luto, entre el croma indeciso de cuando llega la noche y la noche es luna llena, distraído por el ruido del tránsito en medio de la parte linda de San José, ahí por el parque España, contando las hileras de hormigas inmigrantes del Morazán, escuché en la voz ronca de los parlantes de un camioncillo, que ese día cambiaba la hora en las ciudades de Europa. Me vino una imagen inmensa a la cabeza, la de todos los relojes de las casas, el de la catedral de Ruán, los relojes de los hospitales y de las funerarias, cambiando al unísono, estropeando los ritos certeros de todo tipo de reses europeas: era el primer día de la primavera y hacía un año que necesitaba escribirte estas palabras...

sigue Los Nenúfares...


somos


Como la hiedra segura,
el inicio de la desesperación,
el hermoso grito de la vida,
un palíndromo.

e. ch.

principia

En tus ojos inicia el tiempo,
el transcurso,
la escritura en piedra,
como la imagen que recomienza
en tu sentido de la vida,
del mamífero que come de sus actos,
la ironía del que ignora pero ama,
como quien al decir silencio se cree pájaro,
quieto dice mar
y descubre mientras duerme.
El tiempo se hace a la mano
de mi sentido de tu existencia
como quien dice piel
al decir árbol.

e. ch.

Platerito



Qué nos queda
si no compartimos más las azucenas,
qué podremos ahora
si no me llevas con tus aves más oscuras,
a qué llamaremos sólido o eterno
una vez vista la marea,
qué lengua hablaremos
cuando se acaben los Plateros,
los Juan Ramones,
los Vallejos.
..................................................................

Se recomienda la relectura de Platero y Yo,
para aquellos que no creen en un sentido más profundo de la literatura.

Soledad

“Yo no le temo a las olas
ni a los grandes temporales,
yo le temo a tus ojillos
cuando dejan de mirarme”

Enrique Morente
  • El pequeño Reloj


  • Es posible que al llamarse escalas, cromáticas, vea usted la ironía, pensara yo sentado al piano esa tarde de mayo, que de los dedos me estaban saliendo escaleras. La mayoría de las que veía, en esa memoria que no es memoria, evocación, eran de madera de casa vieja, crujida, incendiada, reconstruida y vuelta a incendiar. Como si no fuera poca la evocación, resultó que en el penúltimo acorde de esa improvisación sugerida por el primer aguacero del invierno, apareció la primera cámara fotográfica que tuve en mi vida. Vivitar, cuerpo rojo, básica como la esencia de las fotos que siempre quise tomar, herencia de una madrastra mala que tuve, mala y hermosa...

    SIGUE SOLEDAD...

    6.7.06

    La Grua




    El olor del aceite industrial, como el usado en los trenes viejos guardados en el taller de Incofer, ahora que está de moda el regreso del tren, me recuerda algo que no preciso, tal vez me recuerda algo como los nidos de Oropéndola añejos que encontramos, cuando limpiamos la casa. Me encanta ese olor del aceite usado, el olor de la modernización en marcha detenida. Así olía La Grúa, hermoso caballo de metal para el progreso, erguida con elegancia, sola, brutalmente sola e inútil en un puerto sin barcos y sin marineros...

    SIGUE LA GRUA...